martes, 7 de febrero de 2012

Empatía

Demostrar empatía es identificarse con los sentimientos del otro, ponerse emocionalmente en su lugar. Si consideramos el alarmante nivel de injusticia y abuso que inunda todavía en nuestros días todo el planeta, pareciera que la empatía no es una característica fácil de encontrar… Es la falta de empatía, precisamente, lo que permite que se den manifestaciones de violencia, crueldad y diferentes formas de abuso, más aun, que estas manifestaciones puedan continuarse sin que se haga mucho (o nada) por detenerlas.
Para que una persona pueda escuchar a otra e identificarse con sus sentimientos tiene que, a su vez, haber sido escuchada y sus sentimientos haber sido respetados. No se aprende empatía como se aprenden los buenos modales… empatía es el resultado de esquemas emocionales internalizados que han sido construidos a través de la observación y la experiencia directa. Padres y maestros empáticos son la clave… Sin embargo, la habilidad de tener empatía depende directamente de nuestra habilidad para sentir nuestras propias emociones e identificarlas, y aquí es donde una gran mayoría de adultos aun luchan oscuras batallas internas y proyectan sus sentimientos reprimidos de frustración, ira y miedo en sus hijos (o estudiantes), en vez de enfrentarlos.
Como padres o maestros siempre debemos asegurarnos de escuchar a los niños o adolescentes con la mente abierta. Debemos permitirles que se expresen libremente y respetar sus sentimientos y opiniones, incluso si estos no concuerdan con los nuestros. Debemos evitar hacer comparaciones y comentarios sarcásticos ya que esto representa una forma de abuso. Debemos ser sensibles con los temores y las inseguridades de los niños y jóvenes, y nunca minimizarlos o cuestionar su validez. No debemos criticar, amenazar, ridiculizar, ignorar o inferiorizar a nuestros hijos y estudiantes, ya que esto representa un abuso de poder.
Como educadores debemos ser particularmente cuidadosos con la forma como nos comunicamos con nuestros alumnos, ya que fácilmente podemos olvidar el fuerte impacto que tienen sobre la mente joven nuestras palabras y acciones en un salón de clases. Docentes empáticos son especialmente sensibles con los alumnos a los que les cuesta adaptarse y tratarán de comprenderlos sin prejuicios. Expresiones de enojo, aburrimiento o frustración no serán interpretadas como faltas de respeto (el docente inseguro se sentirá amenazado por estas expresiones ya que es incapaz de enfrentarse a sus propios sentimientos de enojo, frustración y aburrimiento), sino que se permitirá su expresión y entendimiento.
Ya que nuestros niños y jóvenes dependen de nosotros, los adultos (padres y docentes) contamos con un enorme poder sobre ellos, lo que se traduce en un igualmente enorme potencial de abusar de él. En su libro “Por tu propio bien” (lectura obligatoria para padres, maestros y terapeutas), la psicoanalista Alice Miller señala:
“En los primeros dos años se pueden hacer infinidad de cosas con un niño –doblegarlo, disponer de él, enseñarle buenos hábitos, propinarle palizas y castigarlo –sin que al educador le ocurra nada, sin que el niño se vengue. Este solo superará las graves consecuencias de la injusticia infligida a su persona si le permiten defenderse, es decir, articular su rabia y su dolor. Pero si no consigue reaccionar a su manera porque los padres no pueden soportar sus reacciones (los gritos, la tristeza, la rabia) y se las prohíben mediante miradas y otras medidas formativas, el niño aprenderá a enmudecer. Su mutismo garantiza, es verdad, la efectividad de los principios pedagógicos aplicados, pero oculta al mismo tiempo el foco de peligros que amenaza su desarrollo posterior…”

“Tenemos que escuchar lo que el niño quiere decirnos para poder entenderlo, acompañarlo y amarlo.” Alice Miller

lunes, 1 de agosto de 2011

ENFOQUES DE LA EVALUACION - TEORIA Y PRACTICA

Un enfoque es “una forma particular de abordar un determinado problema enmarcado, por supuesto, en un paradigma científico” (Arroyo, 2003). Paradigma científico y el respectivo enfoque orientan la investigación, que a su vez plantea las diferentes teorías sobre las que se sustenta la praxis. Para la evaluación psicopedagógica, el enfoque determinara los objetivos de la evaluación, la manera en que se recogerán los datos, como estos serán analizados e interpretados, y, finalmente, el manejo de diagnostico  e  intervención.
Los enfoques de la psicopedagogía se derivan directamente de las diferentes corrientes psicológicas y su definición de inteligencia. Así, podemos distinguir cuatro enfoques principales: el psicometrico, el conductual, el dinamico y el pedagógico.
El enfoque psicometrico, también denominado tradicional, encuentra su origen en la investigación cuantitativa de la inteligencia con las escalas de medición del CI, concibiendo la inteligencia como un conjunto de aptitudes. Desde los trabajos de Binet, que relacionaban edad cronológica (EC) con la edad mental (EM), se desarrollaron diferentes modalidades de medición y diagnostico, entre las cuales se encuentran incluso la aplicación de instrumentos que admiten cierta interpretación intuitiva. La  evaluación psicotécnica, no obstante, es esencialmente normativa y nemotécnica y la orientación es indirecta, ya que los exámenes psicotécnicos son radicalmente opuestos a las situaciones de aprendizaje.
El enfoque conductual se diferencia del abordaje psicotécnico, en tanto rechaza las evaluaciones “de laboratorio” e insiste en la importancia de evaluar al sujeto en su contexto natural. No utiliza conceptos normativos, ya que no considera que la conducta sea algo estable, y admite que esta responde a factores de herencia y de ambiente, desde el paradigma ABC (antecedentes – behavior – consecuente). Se vale de la observación sistemática y la estrategia multimetodo, multisituacion y multiconducta en la fase de recogida de datos. Principalmente se busca identificar las conductas que deben ser reforzadas y las que deben ser reducidas o eliminadas, para desarrollar los procedimientos adecuados con los que se puedan lograr estos objetivos.
Desde el enfoque dinámico, la inteligencia se concibe como un conjunto de conductas y habilidades, las cuales pueden ser aprendidas o entrenadas. El aprendizaje se puede potenciar, en tanto consiste en la acumulación de estructuras cognitivas, las cuales se construyen jerárquicamente. Basado en los trabajos de Vigotsky, el enfoque dinámico le da un papel preponderante al medio sociocultural en el desarrollo intelectual. Explica, entonces, los problemas de aprendizaje como producto de experiencias de aprendizaje aversivas. Para lograr un aprendizaje real, el medio debe brindarle al aprendiz oportunidades de logro, con el fin de que este se vea estimulado. Se entiende así que los factores afectivo-emocionales pueden activar o desactivar la conducta intelectual. La evaluación tiene como fin determinar los apoyos necesarios para  desarrollar la ejecución intelectual,  y los déficit se analizan con relación a la manera como el sujeto procesa la información.
Finalmente, desde el enfoque pedagógico, se busca responder a la pregunta por que un alumno fracasa en determinadas tareas escolares, o por que presenta conductas inadaptadas y como se puede intervenir correctivamente. Este abordaje puede definirse como esencialmente practico, ya que la evaluación se centra en la observación del proceso enseñanza – aprendizaje, con relación a las demandas curriculares. Para ello se sirve de diferentes instrumentos, como tests psicológicos, pruebas objetivas, listas de control y exámenes tradicionales, entre otros. El diagnostico pedagógico es, a su vez, puente entre la evaluación y la orientación, apuntando siempre a la superación de las dificultades y el desarrollo continuo del alumno. Entre sus objetivos se encuentra la adaptación de los elementos del proceso enseñanza – aprendizaje.
De la breve descripción anterior se infiere que la praxis psicopedagógica puede variar considerablemente, dependiendo del enfoque desde la cual se practique. Si bien es admisible, y recomendable, aprovechar la amplia gama de procedimientos que se derivan de los diferentes enfoques, combinándolos adecuadamente, es importante que como profesionales tengamos claro nuestra concepción de inteligencia y de aprendizaje, así como de los objetivos de una evaluación y diagnostico psicopedagógicos. Esta posición, tomada como un compromiso, nos sitúa inmediatamente en un paradigma que rige nuestra manera de “enfocar” una situación. Una praxis seria y ética exige una toma de conciencia sobre nuestra labor, y como esta afecta a las personas con las que tratamos.
Mi visión de mundo es esencialmente humanista, y, en el sentido de Hegel, concibo el desarrollo intelectual (Bildung) del individuo como el objetivo primordial de la existencia humana. En consecuencia, considero que mi labor debe respetar este derecho desde una praxis enfocada hacia las posibilidades de la persona, no hacia sus limitaciones.
Parto de la idea que los seres humanos podemos crecer, en un sentido intelectual y moral de la palabra, de manera infinita. El crecimiento se detiene o se reduce, en la medida en que nosotros mismos, o nuestro medio, nos impongamos limites.
Las limitaciones físicas no representan limites, sino cambios, que suponen otras formas de crecimiento, igualmente ilimitado.
Considero que los limites más poderosos, sin embargo, los más difíciles de derribar, son los representados por la palabra: dislexia, hiperactividad, déficit atencional, agresividad, entre tantas palabras de peso capital. La evaluación que se centra en el diagnostico como finalidad absoluta, busca “la palabra”, busca “nombrar” la condición, busca un elemento responsable que justifique el fracaso de un alumno dentro de un sistema. Impone limites. Cierra puertas.
Una evaluación que se centra en el ser humano y su potencial de crecimiento, busca posibilidades, busca fortalezas, busca “que hacer”. No justifica. No juzga. Busca caminos. Derriba los limites que truncan el crecimiento.


Bibliografía

García Vidal, Jesús. Enfoques de la evaluación. Editorial ESO. España, 1998.
Lorenz, Kuno. Meyers kleine Philosophie. Bibliographisches Institut Mannheim. Zurich, 1987.

domingo, 31 de julio de 2011

ADOLESCENCIA Y CEREBRO

Posiblemente uno de los periodos más difíciles para los padres, y definitivamente el más complejo para nuestros hijos, la adolescencia es sin duda una etapa de grandes ajustes, en la que se requiere de mucha paciencia, capacidad de escucha y dotes de observación.
Siendo esta la etapa que los prepara para la adultez y para asumir plena responsabilidad sobre sus vidas, en cierta forma, esperamos que el adolescente actúe ya como un adulto. A menudo los padres se sienten desconcertados con la toma de decisiones de sus hijos e hijas adolescentes, con su falta de consideración, sus reacciones desproporcionadas, sus actos impulsivos, sus conductas rebeldes… sin embargo, es importante recordar que esta es una etapa de preparación a la adultez, y hay varios factores que inciden en este “ultimo empujón” que vuelve a los adolescentes “seres imperfectos”.
Investigaciones relativamente recientes confirman que, contrario a lo que se pensaba hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, el cerebro humano vive una segunda etapa de crecimiento intenso (la primera es desde el nacimiento hasta los 3 años de edad) que inicia poco antes de entrar a la pubertad, y se prolonga durante la adolescencia. Según el psiquiatra estadounidense Jay Giedd, el cerebro del adolescente esta “en construcción” hasta el final de la adolescencia, pero contrario a lo que sucede durante el desarrollo del cerebro en la primera infancia, durante el cual se agregan conexiones y neuronas, en esta segunda etapa de desarrollo lo que tiene lugar es algo semejante a una “poda”. De acuerdo a una política de “úsalo o piérdelo”, el cerebro realiza una rigurosa selección de neuronas para reducir, dramáticamente, el numero de neuronas acumuladas durante los primeros años de vida. Esta selección es necesaria para lograr el raciocinio propio de la edad adulta, y afecta ciertas áreas del cerebro más que otras.  La corteza cerebral, por ejemplo, sufre un cambio dramático durante este periodo. Algo así como el Gerente General del cerebro, tiene a su cargo control y planeación, memoria de trabajo, organización y modulación de las emociones. Mientras la corteza cerebral no haya culminado su “poda”, los adolescentes tienen dificultades para controlar sus impulsos, razonar y, en general, tomar decisiones acertadas. El cuerpo calloso, encargado de coordinar la información entre ambos hemisferios cerebrales, también se ve comprometido durante la adolescencia; esto se manifiesta específicamente en la adquisición de lenguaje. Las funciones de asociación lingüística se encuentran en su estado óptimo durante los primeros doce años de vida, para luego desmejorar significativamente. Esto explica por qué es más difícil aprender un idioma después de esta edad. El cerebelo, por su parte, se encarga de la coordinación física y de mejorar todas las actividades relacionadas con habilidades de pensamiento de nivel superior, y es otra parte del cerebro que sufre grandes cambios durante la adolescencia. Más determinado por el ambiente que por los genes, el cerebelo del adolescente lo capacita para manejar su compleja vida social y para poder lidiar con varias actividades al mismo tiempo.
Con base en todo lo anterior, podemos imaginarnos a nuestros adolescentes “en construcción”, con muchas de sus funciones emocionales y sociales comprometidas, a la vez que sus habilidades de aprendizaje se encuentran  cada vez mas reforzadas. Esto último representa un atributo positivo de “doble filo”. El cerebro adolescente aprende muy bien,  pero no es selectivo en lo que aprende. Por ello, el consumo de drogas durante la adolescencia representa un riesgo mayor. Dado que el cerebro adolescente está en constante reestructuración y aprende mucho más rápido que en cualquier otro momento de la vida, el camino a la adicción es más corto y más fácil.  Al mismo tiempo, el ingreso de sustancias tóxicas al sistema nervioso, sean estas drogas ilegales (marihuana, cocaína, etc.) o legales (alcohol, cigarrillos), afectará el proceso de reducción de neuronas negativamente, y el desarrollo de habilidades cognitivas y emocionales podría verse seriamente comprometido.
Según esta perspectiva de “poda” o reducción de neuronas, la calidad y la cantidad de actividades que conforman la vida diaria del adolescente tendrán un impacto directo en esta etapa de desarrollo cerebral, con los consecuentes resultados cognitivos y emocionales. En general se puede concluir que un régimen de vida equilibrado, con amplia estimulación intelectual y afectiva, actividad física diaria, así como una dieta balanceada, fomentará un “recorte cerebral” más rápido y eficiente. Como padres, entendemos que nuestros hijos e hijas adolescentes requieren ahora, más que nunca, de nuestra guía y apoyo, en forma de una comunicación abierta (no debe haber tabúes, y es de suma importancia que el adolescente pueda acudir a sus padres con cualquier duda o preocupación), poniendo limites y reglas coherentes y apropiadas para la edad (si bien no son adultos aun, tampoco son niños; los preparamos para la independencia y la autosuficiencia, dentro de sus capacidades y habilidades), y proporcionando estructuras de apoyo que le permitan satisfacer sus necesidades sociales, intelectuales y físicas sanamente.
“Si había un río en el lugar donde crecimos, probablemente lo oiremos siempre.”
Ann Zwinger

COMO SER BUENOS PADRES Y PERSONAS FELICES

Pocas experiencias en la vida de un ser humano tienen un impacto tan profundo como es la llegada de un hijo o hija. A las madres y padres primerizos se les advierte “después de un hijo tu vida ya no es la misma”… Al asumir nuestro rol de padres tenemos que realizar adecuaciones en todos los aspectos de nuestra vida para poder dar cabida a este nuevo ser, al cual nos entregamos con amor y dedicación absolutas. Cambiamos nuestras rutinas de sueño y vigilia, comidas y ejercicios; ponemos mayor atención en el cuidado del hogar, su seguridad e higiene; abandonamos ciertas costumbres de tiempo libre, como el dormir hasta tarde o trasnocharnos con amigos… sin duda, el centro de nuestro universo es nuestro hijo, y todo gira alrededor de esta nueva vida.
Estos cambios son necesarios, ya que nuestros hijos dependen de nosotros y como padres responsables buscaremos crear el entorno mas propicio para su desarrollo.
Sin embargo, es muy importante que este cambio de vida no se interprete como sacrificio y privación del ser “yo” a favor del ser “padre”… como todo en la vida, los extremos nunca son sanos, y la respuesta esta en el equilibrio. Al convertirnos en padres no se anula la persona que somos, ni nuestros sueños, ambiciones, pasiones y necesidades… el ser padre o madre es una faceta más de nuestra persona, y debe incorporarse armoniosamente al resto de nuestro yo. Esto es importante no solo para nuestra salud mental y nuestro equilibrio interno, lo es además para el sano desarrollo emocional y social de nuestros hijos. Padres y madres abnegados y sacrificados no son el ideal – el ideal son padres y madres felices y realizados, que servirán a sus hijos como modelos de felicidad y realización personal. Por lo tanto, nuestra meta ha de ser lograr ser buenos padres, a la vez que somos esposos comprometidos, amigos leales, ciudadanos activos, profesionales responsables y personas con intereses y espacios propios. Recordemos siempre que el tiempo en el cual nuestros hijos nos acompañan es pasajero… nuestra función como padres es, precisamente, prepararlos para que puedan abandonar el nido y emprender su propio vuelo.  Cuando esto sucede, algunos padres se sienten solos y no encuentran sentido a su existencia, ya que han vivido exclusivamente “para y por” sus hijos, dejando ahora su partida un doloroso vacío. Esta situación no es deseable, ni para los padres, ni para los hijos. ¿Que podemos hacer para armonizar nuestro “ser padre” con nuestro “ser yo”?
Es muy importante que cuidemos nuestra relación de pareja. Padres que se preocupan por su felicidad conyugal modelan a sus hijos competencias interpersonales y les brindan mayor sentido de seguridad.
En este sentido asegúrense de no ceder ante la tentación de permitir que sus hijos duerman con ustedes y enséñenles a respetar su cuarto como su espacio privado.
Salga con su pareja – sin los niños – por lo menos una vez al mes. Estas salidas pueden ser tan sencillas como tomarse una gaseosa en la soda del barrio; la idea es salir de la casa y compartir un momento “de pareja”. Compartan un espacio de conversación en privado a diario – demuestren interés por el otro, compartan sus alegrías y penas, mas allá de la preocupación por los hijos. No involucren a sus hijos en los conflictos de pareja, ya que podría confundirlos y fomentarles miedos.
A nivel individual, no abandone sus propias necesidades y mantenga siempre una sana dosis de egoísmo, enseñándoles a sus hijos la importancia del amor propio y el autorrespeto. Acostúmbrese a tomarse un tiempo a solas todos los días – salir a caminar, escuchar música, leer o simplemente sentarse a contemplar el paisaje… esto es importante porque le ayuda a recargar energía y encontrar su estabilidad interna, para así poder abrirse a los demás. Fomente en sus hijos esta práctica – el tiempo a solas es necesario para la reflexión, la creatividad y la relajación.
Si tiene un sueño, no lo abandone “por mis hijos”… busque la manera de acomodarlo a su nueva situación, acérquese a ese sueño por etapas, pero no desestime su realización. Modele a sus hijos perseverancia, tenacidad y capacidad de superación, esto será de mayor beneficio para ellos que un sacrificio malentendido.
Saque tiempo para cultivar la amistad; desarrolle una rutina de llamadas telefónicas o correos para mantenerse en contacto con sus amigos y trate de coordinar encuentros o salidas con cierta periodicidad. Modele a sus hijos el valor de la amistad y competencias sociales; su propia dinámica social incidirá de manera importante en las habilidades sociales de sus hijos.
En pocas palabras: padres y madres felices reúnen las condiciones ideales para educar a sus hijos para la FELICIDAD.


lunes, 25 de julio de 2011

LA ESTIMULACION TEMPRANA

Desde los campos de investigación de la Psicología, la Medicina y  la Neurociencia, se ha establecido con absoluta certeza que la capacidad de aprendizaje del ser humano es ilimitada, y que esta no depende exclusivamente de factores genéticos o innatos, sino de una interacción compleja entre estas estructuras con las que nacemos y las experiencias que tenemos, especialmente, en los primeros años de vida.  La interacción entre las bases genéticas y las experiencias ambientales es un factor primordial en nuestro desarrollo general y en la forma como aprendemos. Hoy sabemos que el cerebro humano tiene una plasticidad y capacidad de asimilación superior durante los primeros 3 a 5 años de vida – condición que inicia a decrecer después de esta edad. Con base en esta disposición neuronal particular se establecen periodos críticos de aprendizaje, también denominados “ventanas de oportunidad”, durante los cuales el impacto de factores ambientales será dramático y específico dentro del desarrollo del niño. 
En la tabla que se muestra a continuación se pueden observar las diferentes áreas de desarrollo, y el periodo de tiempo durante el cual la estimulación de estas áreas obtiene los mejores resultados.

LAS VENTANAS DE OPORTUNIDAD
Periodo Prenatal
Nacimiento
1 año
2 años
3 años
4 años
5 años
6 años
Desarrollo motor


Control emocional


Visión


Apego social


Vocabulario


Aprendizaje de una segunda lengua

Matemáticas – Lógica


Música


















Fuente: Rethinking the Brain. Families and Work Institute, Washington, junio 1996

Se puede ver que el mejor momento para aprender una segunda lengua, por ejemplo, es durante los primeros 6 años de vida. Durante estos primeros años, los niños están “programados” para aprender a hablar en cualquier idioma que el entorno utilice para comunicarse con ellos. Este proceso de adquisición del lenguaje tiene lugar a partir de unas estructuras cognitivas básicas, innatas, y se lleva a cabo a una velocidad mayor que en cualquier otro momento de la vida.
Por otro lado, la estimulación de la visión debe darse en el primer año de vida para que esta se desarrolle plenamente. Esto se logra suministrando al bebé un entorno rico en colores, formas y movimientos, de manera que desde su nacimiento se refuerce el uso de la vista en la comunicación con su entorno. La carencia del estímulo visual apropiado podría retrasar el desarrollo de la visión, e incluso atrofiarla.
Si Usted desea fomentar en su niño o niña la aptitud para la música, es importante que la música forme parte de su entorno diario, pero es a partir de los 2 años que las áreas del cerebro encargadas de procesar y coordinar  la percepción y discriminación auditiva se encuentran en la etapa ideal para el aprendizaje de un instrumento, por ejemplo. Esta etapa idónea para la estimulación de las habilidades musicales culmina, aproximadamente, a los 6 años. Esto no quiere decir que después de esta edad no podrá convertirse aun en un músico talentoso, pero el aprendizaje requerirá de mayor esfuerzo, y será más lento.
La estimulación adecuada y oportuna de las diferentes áreas de desarrollo tiene como objetivo aprovechar esta capacidad de aprendizaje y adaptabilidad del cerebro, para fomentar y potenciar el desarrollo intelectual, emocional, físico y sensorial del niño durante sus primeros 3 años de vida, proporcionándole estímulos que favorecen  el desarrollo de las áreas neuronales de interés. Esta estimulación incide dramáticamente en la manera en la que el niño se relacionará con su entorno en el futuro, específicamente, con las experiencias de aprendizaje que de éste se derivan.
Como padre o madre, Usted puede seguir algunas recomendaciones muy sencillas que  no requieren de una inversión material importante, ni tampoco de mucho tiempo,  pero que tendrán un impacto importante en el desarrollo de sus hijos si se siguen de manera constante:
1.     Hable con su hijo desde el primer día de vida. Léale cuentos, cántele... Procure siempre que sus miradas estén a la misma altura, y acompañe sus palabras de gestos y expresiones faciales.
2.     Juegue con su hijo! La mejor manera en la que un niño aprende es jugando, y el juego debe ocupar la mayor parte de su tiempo. 
3.     Un niño no necesita juguetes costosos, ni herramientas sofisticadas… una caja, un trapo, una cuerda o una bola son objetos maravillosos para un niño que está descubriendo el mundo. Los objetos más simples despiertan su curiosidad y activan su imaginación, fomentando así habilidades intelectuales de nivel superior.
4.     Utilice rimas, canciones y coplas para acompañar movimientos que Usted desea enseñarle. Sonido y movimiento son agentes de aprendizaje muy poderosos…
5.     Permítale a su hijo moverse libremente, tocar y saborear las cosas que están a su alrededor, siempre en un entorno seguro y libre de riesgos, donde se le posibilite el desarrollo de la autonomía. Diferentes experiencias sensoriales estimulan el desarrollo cognitivo y ayudan a construir estructuras mentales que servirán de base para futuras situaciones de aprendizaje.

La estimulación temprana no debe entenderse como un método para acelerar el desarrollo del niño y convertirlos en pequeños “genios”, sino como una oportunidad para ayudar a nuestros hijos a descubrirse a sí mismos y su entorno de una forma natural. La estimulación debe ser una experiencia positiva, basada en el amor y el respeto, por lo tanto nunca debe forzarse a un niño a realizar determinada actividad, ni debe presionárselo para que logre cierta meta. La estimulación temprana es acompañar a su hijo en el proceso de aprendizaje, ayudando a que este sea eficaz, y tenga lugar en el momento oportuno.

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FICHAS PARA IMPRIMIR - DIBUJOS INCOMPLETOS / TRAZOS