martes, 7 de febrero de 2012

Empatía

Demostrar empatía es identificarse con los sentimientos del otro, ponerse emocionalmente en su lugar. Si consideramos el alarmante nivel de injusticia y abuso que inunda todavía en nuestros días todo el planeta, pareciera que la empatía no es una característica fácil de encontrar… Es la falta de empatía, precisamente, lo que permite que se den manifestaciones de violencia, crueldad y diferentes formas de abuso, más aun, que estas manifestaciones puedan continuarse sin que se haga mucho (o nada) por detenerlas.
Para que una persona pueda escuchar a otra e identificarse con sus sentimientos tiene que, a su vez, haber sido escuchada y sus sentimientos haber sido respetados. No se aprende empatía como se aprenden los buenos modales… empatía es el resultado de esquemas emocionales internalizados que han sido construidos a través de la observación y la experiencia directa. Padres y maestros empáticos son la clave… Sin embargo, la habilidad de tener empatía depende directamente de nuestra habilidad para sentir nuestras propias emociones e identificarlas, y aquí es donde una gran mayoría de adultos aun luchan oscuras batallas internas y proyectan sus sentimientos reprimidos de frustración, ira y miedo en sus hijos (o estudiantes), en vez de enfrentarlos.
Como padres o maestros siempre debemos asegurarnos de escuchar a los niños o adolescentes con la mente abierta. Debemos permitirles que se expresen libremente y respetar sus sentimientos y opiniones, incluso si estos no concuerdan con los nuestros. Debemos evitar hacer comparaciones y comentarios sarcásticos ya que esto representa una forma de abuso. Debemos ser sensibles con los temores y las inseguridades de los niños y jóvenes, y nunca minimizarlos o cuestionar su validez. No debemos criticar, amenazar, ridiculizar, ignorar o inferiorizar a nuestros hijos y estudiantes, ya que esto representa un abuso de poder.
Como educadores debemos ser particularmente cuidadosos con la forma como nos comunicamos con nuestros alumnos, ya que fácilmente podemos olvidar el fuerte impacto que tienen sobre la mente joven nuestras palabras y acciones en un salón de clases. Docentes empáticos son especialmente sensibles con los alumnos a los que les cuesta adaptarse y tratarán de comprenderlos sin prejuicios. Expresiones de enojo, aburrimiento o frustración no serán interpretadas como faltas de respeto (el docente inseguro se sentirá amenazado por estas expresiones ya que es incapaz de enfrentarse a sus propios sentimientos de enojo, frustración y aburrimiento), sino que se permitirá su expresión y entendimiento.
Ya que nuestros niños y jóvenes dependen de nosotros, los adultos (padres y docentes) contamos con un enorme poder sobre ellos, lo que se traduce en un igualmente enorme potencial de abusar de él. En su libro “Por tu propio bien” (lectura obligatoria para padres, maestros y terapeutas), la psicoanalista Alice Miller señala:
“En los primeros dos años se pueden hacer infinidad de cosas con un niño –doblegarlo, disponer de él, enseñarle buenos hábitos, propinarle palizas y castigarlo –sin que al educador le ocurra nada, sin que el niño se vengue. Este solo superará las graves consecuencias de la injusticia infligida a su persona si le permiten defenderse, es decir, articular su rabia y su dolor. Pero si no consigue reaccionar a su manera porque los padres no pueden soportar sus reacciones (los gritos, la tristeza, la rabia) y se las prohíben mediante miradas y otras medidas formativas, el niño aprenderá a enmudecer. Su mutismo garantiza, es verdad, la efectividad de los principios pedagógicos aplicados, pero oculta al mismo tiempo el foco de peligros que amenaza su desarrollo posterior…”

“Tenemos que escuchar lo que el niño quiere decirnos para poder entenderlo, acompañarlo y amarlo.” Alice Miller